Sobre la duda
Debo confesar que hoy ha sido un día trágico para mí. He llegado al final de Detroit, el último videojuego de la empresa Quantic Dreams. No lo debo de haber hecho muy bien porque todos mis androides han muerto. Tras una dura batalla, los rebeldes han perdido la guerra. Los humanos, por su parte, han aprendido que no pueden jugar a ser Dios creando inteligencia artificial con mayor capacidad cerebral que ellos; lección, por cierto, que les cuesta aprender dada la enorme literatura y filmografía de ciencia ficción que versa sobre el mismo tema. Pero a diferencia de toda esa ficción, en la que soy mera espectadora, los androides han muerto por mi culpa. Cada una de mis decisiones les ha llevado a ello. Y cada una de las decisiones, como buena libra que soy, ha estado precedida por momentos de duda.
Para mí la duda es como una presencia constante de la que en sólo muy pocas ocasiones somos conscientes. Como una bola que nos vigila para saber hacia qué sendero vamos a hacerla rodar. Y, por supuesto, una vez puesta en marcha, iremos nosotros detrás de ella. En la vida cada elección supone una cadena de consecuencias asociada a dicha elección. Decía Heidegger que “el hombre es un ser para la muerte”. Su muerte es lo único ante lo cual no puede dudar, ya que no tiene poder sobre ella. De ahí que el suicidio —ese “levantar la mano sobre uno mismo” como lo llamó Améry— esté considerado uno de los actos subversivos de la vida porque introduce la elección ahí donde está prohibida.
En la literatura y en el cine la duda es uno de los elementos narrativos por excelencia. Se le llama conflicto y es lo que mueve al personaje a la acción. Frodo duda cuando Gandalf le propone salir de la Comarca y portar el anillo único allí donde fue forjado. Duda porque sabe que después de viaje no volverá a ser el mismo. Frodo perdió un dedo en su aventura, que no es más que una gran metáfora visual de cómo cada elección conlleva la pérdida de otros mundos que hubieran tenido lugar de no haberla hecho.
Esta duda, ese momento de pausa, ha sido tan recurrente en la narrativa que se le ha llamado la entrada del héroe en la historia. Al héroe le cuesta tanto decidir que tiene que haber un detonante que le provoque la emoción necesaria para sacarle de la reflexión. La muerte, el secuestro de un ser querido, la pérdida de sus recursos económicos… Cualquier cosa con tal de arrancarle del dulce estado de la inacción.

Fotógrafa / Escritora :
Rosa JiménezBiografía:
Fotógrafa y escritora que compagina la docencia con su actividad profesional y artística. Doctora acreditada en Comunicación Audiovisual, Máster en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Es profesora de la Escuela de Escritores.Website
http://rosajimenezphoto.com/
El motivo visual del pensador —hombre solitario, frente a las vías del tren o apartado de la muchedumbre—ha estado asociado a ese momento masculino. Sí, momento masculino he dicho. Porque hasta ahora el motivo visual por excelencia del protagonista masculino era el pensador y el de la mujer el espejo. Cosas del patriarcado que puestos a inventar lo hace a su favor.
He dicho que el conflicto mueve a la acción y debería haber advertido: si dudas y no actúas, otros eligen por ti. No se puede permanecer eternamente en una vía muerta. Dude, el protagonista de la inolvidable El gran Lebowski, es un gran ejemplo. Como se trata de uno de los pocos personajes pasivos de la ficción, el absurdo le bambolea por la trama enseñándonos que si de la duda no resulta una acción, el caos se adueña de ti.
Como decia Ortega y Gasset: “Si volvemos del revés la figura de la libertad nos encontramos con que es responsabilidad”. Cuando a Eichmann, teniente coronel de las SS, le preguntaron durante el juicio en Jerusalén por qué había colaborado en la exterminación de los judíos su respuesta fue clara: me lo ordenaron. A pesar de la vivencia del horror ajeno en ningún momento dudó de la ética de sus decisiones. Esa falta de indecisión transmitía una identidad robótica, kantiana. En la película La duda, que bien podría ser la versión americana de San Manuel Bueno Mártir, el personaje de Meryl Streep afirma que “La duda puede ser un vínculo tan poderoso y sólido como la certeza.”(La duda/ Doubt, 2008). Y lo es, puesto que nos vincula con lo humano.
Por eso que la duda no os desvele. Por el contrario, sentíos vivos, indeterminados, libres en el albedrío. En definitiva y homenajeando a Aquarius, veníos arriba. Mis androides se convirtieron en humanos precisamente cuando cuestionaron los movimientos que su software preprogramado les imponía. Y decidieron dar la vida por ello (bueno en realidad fueron mis decisiones nefastas las que los llevaron a ello, pero no hagamos leña del árbol caído). La duda está emparentada con la responsabilidad y con la ética. Y eso siempre merece la pena.
Tanto el texto como las imagenes de este artículos son de : Rosa Jiménez