Entrevista a Alberto Guirao
En la casa de Dalí, Lorca y Buñuel
P: Este año has ganado una beca para poder desarrollar un proyecto literario en la Residencia de Estudiantes de Madrid, este lugar idílico donde nos encontramos y en el que hace unos años convivieron artistas como Dalí, Lorca o Buñuel. ¿Cómo afecta este contexto a tu obra?
R: Ahora mismo somos 14 becarios (3 creadores y 11 científicos, aunque una de ellas también escribe poesía) y a menudo nos reunimos y charlamos sobre nuestros proyectos. Y eso ayuda a exorcizar los miedos o las dudas. Solo con el hecho de verbalizarlo ya te das cuenta de muchas cosas como de dónde falla. Y también te alimenta el hecho de vivir con gente que se dedica a la investigación. Te sientes acompañado y reconocido. Y a diferencia de otras residencias, como la Fundación Antonio Gala donde también viví un año, tenemos mucha libertad de horarios y no tenemos la obligación de estar siempre juntos, lo que puede llegar a causar cierta claustrofobia. Además, esta herencia de Lorca, Buñuel o Dalí que decías es una cuestión de amistad. Ya solo por sentirte bien en el lugar donde estás. Tener compañeros. Nosotros hablamos mucho de Pepín Bello. Un señor que nunca publicó casi nada salvo un libro a lo mejor y no acabó ni siquiera la carrera de medicina y que, sin embargo, tuvo un papel muy importante y muy reconocido. Porque dio testimonio de sus compañeros que eran estos: Lorca, Dalí… Fue amigo de ellos y en algún momento les tuvo que animar.
P: Muchas noches de angustia seguramente…
R: Claro. Pepín cuenta que sugirió a Buñuel alguna imagen de ”Un perro andaluz” y luego se sentía extrañado porque no le había mencionado. Probablemente muchas de las cosas que veamos en las obras de estos artistas vengan de Pepín Bello y al final es un vínculo de amistad. Por ejemplo, en la poesía que yo escribo aparecen mis amigos, mi familia continuamente…

P: Eres el único poeta del número cero. ¿Crees que el proceso de creación en la narrativa es diferente al de la poesía?
R: Sí, la poesía se alimenta del instante y percepciones sensibles del mundo. Entonces, obligarte a ti mismo a sentarte delante de un folio y escribir un número de versos determinado es una cosa que no pasa demasiado en el oficio poético. La narrativa creo que sí se presta más a esa rutina o ese trabajo, con horario incluso, y aun así se agota. Llega un momento en que se seca la pluma y tienes que volver a mojar la cabeza en lecturas o en películas incluso. Sin embargo, la poesía te exige vivir algo o, por lo menos, investigar en ti y aun así nada te asegura que vaya a existir ese momento de espontaneidad.
P: Cuéntanos, por ejemplo, cómo fue el proceso de creación de “Ulises”, el poema que nos cediste para La gran belleza.
R: El poema pertenece al trabajo que estoy desarrollando aquí en la Residencia. La idea inicial —porque esto luego cambia mucho— es, a partir de anécdotas de movilidad internacional o experiencias fuera de España que me hayan ocurrido a mí o que me hayan contado, dialogar con textos clásicos y crear una suerte de mitología. Por ejemplo, en este caso se dialoga con la Odisea, con el personaje de Ulises. Y ahora estoy haciendo lo mismo con la Eneida de Virgilio. La intención es crear una mitología pero también es un poco paródica, que no se tome muy en cuenta a sí misma o ver cómo ha evolucionado ese discurso del relato heroico. Y eso es todo. Por ahora no estoy satisfecho pero creo que nunca lo estamos y eso es bueno. Así que voy a darle tiempo a la obra para ver qué tiene que salir. Porque en estos tiempos se publica casi todo lo que se hace y estamos perdiendo ese criterio de selección.
P: ¿Y a qué o quién achacas esta impaciencia?
R: No es un problema de los artistas solamente, también es un problema del mundo editorial. Hay una exigencia concretamente con la gente joven. Estamos asistiendo a algo inédito porque no me puedo imaginar hace 50 años ese exigir a la gente joven que publicara tan pronto, que a los 30 tuviera tantos poemarios…
P: ¿Pero existe tal exigencia también en el mundo literario?
R: Sí, creo que el mundo editorial quiere crear figuras jóvenes que tengan una obra publicada más o menos amplia antes de los 35.
P: ¿Y no ha habido siempre cierta competencia?
R: No, yo creo que no. Por ejemplo, las figuras actualmente en poesía más conocidas son gente joven que está saliendo con editoriales también recientes como Frida. Además, en el circuito de premios literarios la mayoría o un gran número por lo menos son para gente joven.
P: ¿Y detrás de este boom de poetas jóvenes no estarían también las redes sociales?
R: Sí, también. Es verdad que se está reciclando toda esta gente que participa en Twitter o en otras redes.
P: ¿Y qué opinas de este romance entre poesía y redes sociales?
R: Bueno, yo soy una persona que no saco provecho o utilizo muy poco las redes sociales. Quizá esté más como voyeur de las redes sociales. El fenómeno editorial se alimenta de las redes sociales y del número de seguidores. Incluso me atrevería a decir que un criterio para publicar un libro a un poeta es el número de followers. Es decir, si supera un número de followers vamos a publicarle con una tirada de x libros porque entendemos que un porcentaje de estos seguidores la van a adquirir.
P: Como si al terminar un libro supieras al instante la repercusión que va a tener…
R: Exacto. Incluso no son libros terminados. Aunque respecto a esto, quizá sea más interesante saber si existe una relación entre los poetas, si existe una construcción generacional a través de las redes sociales. Yo creo que es un punto de contacto y que ha servido como encuentro. En realidad, no es algo nuevo. Hace ya unos años que, por ejemplo, Luna Miguel ejercía como prescriptora de poetas jóvenes y a muchos los conocía a través de redes sociales. Es decir, se crean una serie de vínculos que luego pueden ser fructíferos. La cuestión es cuando eso está en contra de la originalidad o de la unidicidad, es decir, de crear voces únicas, y está a favor de crear voces muy parecidas, que es el fenómeno que estamos viendo. La mayoría de estos poetas escriben de manera muy similar. Trabajan con un tipo de poesía muy muy concreta: una poesía seudo-confesional y denotativa, que trata temáticas amorosas e insiste mucho en los estereotipos del amor romántico. Es decir, estamos viendo algo que es muy determinado. Y las redes sociales son una herramienta para que esto se difunda bastante.
P: Aquí, por el contrario, se respira bastante calma…
Sí. Y es de agradecer porque es necesario cierto aislamiento en el proceso creativo. No puedes estar juzgando continuamente lo que estás escribiendo porque entonces se vuelve algo yermo y muy condicionado. Si estoy creando un producto y en cada paso estoy pensando en satisfacer a alguien o en cumplir con determinado canon, al final eso se nota en la calidad y en la originalidad.
P: ¿Se puede vivir de escribir?
Mmmm. No. Quizá pueda venir en un momento dado pero tampoco hay que exigírselo porque cuando le exiges a tu arte que te dé de comer puedes acabar odiándolo. Por eso, yo sé que esta situación es excepcional y es finita. En algún momento, tendré que trabajar en otra cosa.
P: Pero librarte de hacer malabarismos entre tu vida, trabajar y crear durante un año me imagino que producirá alivio…
R: Sí, yo me he sentido alguna vez también un poco egoísta. Porque si tienes que estar trabajando y a la vez creando, al final te estás perdiendo otras cosas en la vida. Entonces acabas descuidando otros aspectos: pasas menos tiempo con tu familia, pareja, amigos… Al final es quedarte solo en pijama en una habitación tecleando unas horas determinadas. Estás en un universo propio maravilloso pero no estás participando de otras cosas de la vida. Entonces hay una sensación egoísta, casi de culpabilidad.
P: ¿Y al revés? ¿Te sientes culpable cuando estás “viviendo” y no creando? Es decir, ¿no vives con un sentimiento de culpabilidad continuamente?
R: (Risas). Sí, siempre. Y situaciones como esta te permiten conciliarlo.
P: Aprovecha que estás en paz por una vez en la vida…
R: Es maravilloso. Vivir del arte es algo muy extraño. Y eso es lo que estamos celebrando.
