“Todas las personas estamos hechas de poesía, porque todas, en algún momento, nos hemos encontrado con ella”

ENTREVISTA A PILAR CÁMARA, poeta invitada en el número 5: La luz.

¿Cuándo aparece la poesía en tu vida?

Creo que, de alguna manera, siempre ha estado ahí. Desde ese poema que leíamos en el colegio y que comenzaba diciendo «cuando está la luna sobre el horizonte / muchos enanitos juegan en el monte». También en esas canciones en las que Serrat le pone voz a Miguel Hernández que sonaban en la Renault Trafic de mi padre. O en las de Cecilia. Además, en EGB tuve un profesor maravilloso, José Álvarez, alias Nikita, que se subía a la tarima emocionado a recitar la ‘Canción del pirata’ de Espronceda. No tengo demasiados recuerdos felices del colegio, pero ese es, sin duda, uno de ellos. En BUP tuve la suerte de recibir clases de Literatura de otro maestro, Paco Salvador. Ahí fue cuando me enamoré irremediablemente de la poesía.

¿Siempre hay poesía?

Siempre debe haber poesía. Creo que esa capacidad de para el tiempo, de transformar un sentimiento, cualquier sentimiento, en belleza nos salva. Y lo hace de una manera hermosa. Escribía Gloria Fuertes: «Nací para poeta o para muerto, / escogí lo difícil / —supervivo de todos los naufragios—, / y sigo con mis versos, / vivita y coleando».

¿Qué cuentan tus versos?

Mis versos me cuentan a mí y, quiero pensar, contándome a mí cuentan a otras. Tengo la certeza de que lo personal es político y hay todavía muchos tabúes dentro de la literatura. Aunque esté habiendo un ‘boom’, todavía se ha escrito poco, por ejemplo, de la maternidad, el embarazo, el aborto, la hijidad, el posparto, el sexo (de las mujeres) desde la propia mirada femenina, la frustración, la desidealización de todo eso. Mis versos hablan de ello, porque todo eso me expresa a mí, ahora, todo eso soy yo.

Para mí cuentan una cosa, seguramente para las personas que me leen cuenten otra. Esa es la magia. Cualquier construcción literaria deja de pertenecerte en el momento en el que la compartes y son tus vivencias, tus recuerdos, tus valores, etc. los que la completan.

Te pedimos colaboración en el número que se inspira en «la luz». ¿Qué es la luz para ti?

Os he comentado antes que la poesía nos salva. Entonces, la poesía es luz. En el poema que he escrito para este número de La Gran Belleza hay un verso que dice: «La herida es luz». Porque la luz es esperanza y, a veces, el sufrimiento, el dolor, la sangre, son piedras de toque para marcar un punto y aparte y recuperar la fe.

Sin embargo, has estado presente desde el inicio de este proyecto.

Gracias. ¿Lo recomendarías?

¡Por supuesto que sí! La Gran Belleza es un proyecto precioso. Y necesario. Necesitamos más cultura, más versos, más relatos, más personas que hagan la revolución, sobre todo en este tiempo en el que la derecha más extrema ha vuelto para quedarse y la derecha moderada demuestra, día a día, que no lo es. Porque la revolución será cultural o no será. El arte te abre los ojos y la mente. Y lo flipante es que, una vez que has visto lo que hay al otro lado, ya no puedes, ni quieres, volver atrás. Gracias a vosotros por liaros la manta a la cabeza y por poner en marcha esta revista.

¿Qué relación crees que tiene la poesía con el mundo?

De alguna manera, ya he respondido a esta cuestión en la pregunta anterior. Probablemente, peque, como siempre, de ingenua, o de idealista, qué sé yo, pero creo firmemente que el arte tiene el poder de cambiar el mundo. Y la poesía es arte, para mí la más hermosa, la que impregna todas las demás. Hay películas que son poemas. Me viene a la cabeza el nombre de Julio Medem al escribir esto. Hay música que es poesía.

Como os comentaba antes, lo personal es político y expresándose a sí misma, la poeta, o el poeta, expresa a otros. Hay un poema descomunal de Soledad Álvarez que finaliza diciendo: «¿también a mí me mira cuando me miro desnuda / frente al espejo / cuando me peino fumo a escondidas quiero matar / y me avergüenzo? / Perdí la virginidad bajo la mirada de Dios. / El gran voyeur». Sí, definitivamente hay política, necesaria, en la poesía. Menos mal.

Todas las personas estamos hechas de poesía, porque todas, en algún momento, nos hemos encontrado con ella. Incluso aunque no nos hayamos dado cuenta, me gusta pensar que nos ha dejado un poso por ahí dentro.

¿Cuales son tus máximas influencias?

Sylvia Plath y Alejandra Pizarnik fueron las primeras, las grandes maestras, a las que regreso una y otra vez, con admiración y agradecimiento. Richard Yates, por su parte, me cambió la vida, me rompió el corazón presentándome al personaje de ficción que me lo explicó casi todo sobre mí, incluso antes de vivirlo: April Wheeler, la protagonista de su ‘Revolutionary Road’. También fue una revolución extrema encontrarme con los versos de Maite Dono, el día que me sumergí en su ‘Circus Girl’ descubrí lo que era el punk. También vuelvo siempre a ella. En cuanto a invitar, me encantaría leer en las páginas de La Gran Belleza a Ana Castro, autora de ‘El cuadro del dolor’ (Editorial Renacimiento), activista feminista y creadora incansable. Su talento está a la altura de su generosidad. Y para muestra, comparto este poema suyo:

 

I

 

Tengo una cicatriz

donde debería haber un hijo.

 

II

 

El dolor es otra forma de ser mamá:

es dar a luz algo que grita.

 

III

 

Estas oleadas de dolor

son las patadas de la niña

que no puede habitar mi vientre.

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