El viaje, el punto de partida de La gran belleza
Se cumple un año desde que arrancamos a andar. Un año desde que escribimos el primer editorial que hoy os queremos compartir. Porque sin «el viaje», esto está claro, nunca habríamos llegado hasta aquí. No habrían sido posibles ni «La belleza» (tema que desarrollamos en el nº1), «La duda» (nº2), «El juego» (nº3) o el «Yo-Yo» (nº4).

Así decía el editorial de «El viaje»:
Dejadnos empezar este viaje con una historia de la vida real. Una mañana cualquiera, mi tío construyó un barco con sus propias manos y se echó a navegar por todo el mundo. Surcó los mares. Alzó las velas. Se emborrachó en la cubierta sin camiseta. Escuchó el susurro del océano desde su camarote, si es que lo tuvo. Y quizá gritó al viento.
Vi los mapas que el tiempo había anaranjado. Vi los nudos deshilachados colgando de la pared de su salón. Vi su sonrisa cuando lo miraba sin poder creérmelo. ¿Pero cómo…? Me explicó que compraron la madera de segunda mano, que estudiaron cómo hacer un plano en la época en la que no había Internet y que preguntaron en los puertos a gente de mar si creían que su creación podría aguantar inviernos enteros.
—Queríamos llegar a Ítaca y nos quedamos en Corfú —me dijo mi tío emocionado mientras escuchábamos su tema favorito «Ítaca, precisamente» de Lluís Llach.
Este es nuestro número cero, un número que sale por puro amor al arte, gracias a todos los amigos que se apuntaron a este viaje en el que se enrolaron dos compañeros que un día decidieron darse la mano. Así nace una revista en papel en un mundo con cada vez menos lectores y espacio para libros. Convencidos igualmente de que merece la pena luchar por los cuentos, los dibujos y la poesía. Así saltamos. Con fe en que llegaremos a Ítaca o, al menos, hasta Corfú.
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