Un poeta y tres escritores de éxito internacional inspiran el “Yo-yo”, el tema del nº4 de La gran belleza

El número será presentado en EFÍMERA el 15 de diciembre

Hace cinco años que Ignacio Ferrando no editaba ningún relato y “Las herencias”, el relato que podremos leer en el nº4 de La gran belleza, es su particular reencuentro con el género después de ese tiempo. No es baladí, su último libro ganó el Setenil, el galardón literario que se concede al mejor libro de cuentos publicado en España. Inédito también es el relato de Aroa Moreno a quien agradecemos enormemente haber sacado un rato dentro de su promoción de su última novela La hija del comunista (Premio Ojo Crítico de Narrativa 2018) que hasta hace unos días la tenía en Perú entre otros muchísimos eventos. Y del otro lado del Atlántico precisamente nos contestó Alejandra Kamiya con “Arroz”, un relato que huele, que sabe… que te atraviesa. Alejandra más que escritora es una autora que tiene una voz única cuya sensibilidad literaria llega a abofetearte.

 

Pregunta: ¿Qué es lo que os mueve a escribir?

 

Ignacio: A veces, para esterilizarme contra la estupidez y la inepcia de lo que sucede a nuestro alrededor, suelo decir, medio en broma —pero absolutamente en serio— que cada vez me parezco más al personaje de mis historias. Eso me asusta, porque mis personajes tienen un altísimo grado de conciencia del monstruo que son y representan. No diré, aunque sea cierto, que la escritura me ayuda a entenderme a mí mismo. Diré que ese que soy en la escritura (el yo-escrito) y el que soy de verdad llevan años participando de la misma trayectoria, buscando eclipsarse el uno al otro en un combate inacabable. Quizá sigo en la escritura para ver quién gana al otro, para ver quién queda por encima de quien. ¡Y por pasión!, claro. La pasión es el elemento crucial de todo lo que merece la pena vivirse. ¡Bien lo sabes tú y bien lo sabéis en La Gran Belleza!

 

Aroa Moreno: En verso o en prosa me mueve siempre una emoción. Que a veces viene de fuera y a veces de muy adentro. Algo que tiene que ver con decirle que no a lo que veo, a lo que siento, decir no al mundo conocido. Una rebeldía privada que siento o intento que encienda una pequeña luz en lugares que estaban a oscuras.

 

 

Alejandra Kamiya: Yo no podría ser sin escribir, y cuando digo escribir no me refiero a tocar teclas o hacer correr tinta en un papel. No. Hablo de habitar mi mundo interno. Aquel en el que Rilke decía que ocurrían verdaderamente las cosas. Y en ese mundo el protagonista es el yo. Así, puedo ser en mis textos, un soldado japonés, una viejita gruñona, un niño con un perro o lo que sea. Ponernos un disfraz a veces nos habilita mejor a ser quienes somos. Aún sin portar mi nombre ni mi religión o mi lugar, soy, al modo de Whitman, las multitudes que contengo.

 

Pregunta: Y al resto, ¿os ha costado mucho introducir el elemento del yo o del yo-yo?

 

Aroa Moreno: Cuando escribo poesía, el yo está ahí casi sujetando cada verso. Hasta ahora, en narrativa, intento construir la ficción más allá del yo. Sin embargo, La hija del comunista está narrada en primera persona. No habría sabido hacerlo de otra forma. Cuando hablo de mí en relatos o cuando pongo demasiado de mi a la narrativa siento que pierdo el control. Y, sin embargo, uno está siempre debajo de todos los personajes. Refugiado y expuesto. La mirada propia de cada uno es lo que nos diferencia. Casi todo lo demás ha sido contado.

 

Ignacio Ferrando: No disimularé. Creo que en “Las herencias” se nota demasiado que el yo-yo es un elemento simbólico que introduje para matizar un núcleo de significado que ya estaba allí. El yo-yo cuadró perfectamente porque me ayudaba a marcar el compás —una suerte de tiempo suspendido— en el que el público del delfinario contempla la indecisión del animal ante el peso de la herencia; en este caso saltar “a través del aro”. Me hubiera encantando hacerlo de otro modo —y que el yo-yo se situara en centro y generara el texto—  pero a día de hoy no he podido escribir jamás con una propuesta específica de este tipo. Quienes me rodean me consideran un buen profesional en las tareas que ejerzo, y hay algo dentro de mí, reticente y maniático, que se niega a profesionalizar o subvertir la literatura a más intereses que la caprichosa legitimidad que, desde que empezamos, nos tenemos la literatura y yo. En fin, no me enrollo. Sí, ha sido muy difícil meter el yo-yo. Solo espero que el lector no perciba el estrés que desprenden estas palabras.

 

El último invitado de este número es el poeta José María Triper, autor cuyos versos han sido reconocidos en diversos galardones como el Premio Internacional de Poesía José Zorrilla (2015). En el número 4 nos regala “Soneto existencial”, un poema cuya magistral dedicatoria en un número en el que el tema es el yo es “para mí”.

Fotografía de Carlos Villoldo.

Alejandra Kamiya. (1966, Buenos Aires, Argentina). Ha participado de los talleres de Inés Fernández Moreno y de Abelardo Castillo, ganado algunos premios (Max Aub (España), Feria del libro de Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes de Argentina, Unicaja (España), Horacio Quiroga (Uruguay), Fundación Victoria Ocampo, entre otros, y publicado Los restos del secreto (Editorial Olmo), Debajo del párpado (Fundación Max Aub), Los árboles caídos también son el bosque (Editorial Bajo la luna). Dicta talleres literarios en Buenos Aires, y está por publicar El sol mueve la sombra de las cosas quietas (Editorial Bajo la luna).

Ignacio Ferrando es autor de las novelas La quietud (Tusquets, 2017), Nosotros H (Tropo, 2015), La oscuridad (Menoscuarto, 2014) y Un centímetro de mar (Alberdania, 2011) que obtuvo el Premio Ojo Crítico de RNE y el Premio Ciudad de Irún. También ha publicado los libros de relatos: La piel de los extraños (Menoscuarto, 2012; Premio Setenil 2013), Sicilia, invierno (JdeJ, 2009) y Ceremonias de interior (Castalia, 2006; premio Tiflos 2006). Su trabajo ha sido reconocido con galardones como el Premio Internacional Juan Rulfo, el Gabriel Aresti, el NH Mario Vargas Llosa, el premio de narrativa de la UNED, el Hucha de Oro o el Ciudad de San Sebastián, entre otros. Actualmente es el jefe de estudios del Máster de Narrativa de Escuela de Escritores de Madrid.

Aroa Moreno Durán nació en Madrid en 1981. Estudió Periodismo en la Universidad  Complutense, especialista en Información Internacional y Países del Sur. Ha publicado los libros de poemas Veinte años sin lápices nuevos (Alumbre, 2009) y Jet lag (Baile del Sol, 2016). Es autora de las biografías de Frida Kahlo, Viva la vida, y de Federico García Lorca, La valiente alegría (ambas en Difusión, 2011). La hija del comunista, premio Ojo Crítico de Narrativa 2017, es su primera novela.

A todos, muchas gracias por jugar.